Aún no entiendo cómo puede ser posible, cómo logra ignorar a
alguien con la cuál compartió muchos momentos en su vida.
No me explicó cómo puede ser tan fácil hacerlo, si lo
olvidó, me sería imposible aceptarlo posible. Pero si lo ha hecho, le pido el
favor me enseñe. No sabe cuánto espero eso, no sabe mis ansias en lograrlo.
Solo eso necesito hacer para dejar de torturarme tanto a mí
mismo.
No creo que sea tan fácil, y si así lo fue, explica lo
demasiado que fue de importante aquella persona en su vida, es decir; nada. No
lo fue.
Es la peor sensación que se pueda sentir después de ser la
persona que considerabas lo mejor, tu prioridad. Una sensación escalofriante
que retumba en mi cabeza por mucho rato.
Mi tortura es ella. Escuchar su voz por doquier, ver su
rostro en cada esquina, imaginarla al cerrar los ojos, soñar con ella. Escuchar
aquellas canciones que me marcaron de por vida, que al escucharlas se reproduce
una película en mi mente en la más alta definición... una película que solo es
de recuerdos, los mejores recuerdos, los momentos vividos, las metas que habían
sido propuestas; todo.
Odio mi memoria. Solo tiene pequeños fragmentos de lo que en
realidad tengo que hacer, de lo que tengo que aprender, de lo que necesito.
Pues la mayoría del tiempo se la pasa recreando momentos y reencuentros ficticios,
que sé que nunca sucederán. Memoria arrogante, insípida, inherente, orgullosa.
Lo peor de todo es que yo mismo continúo el hilo a mi mente,
porque por ella yo pude y daría mi vida por salvarla de cualquier cosa, aún así
ella no lo sepa, piense que no sería capaz.
La mejor parte de mí es por ella, soy feliz porque coincidí
en esta vida con ella, hable con ella, viví por ella, deje demasiadas cosas por
ella, cambie demasiadas por ella. Pero aún así no fue suficiente para que me
amara como pensé que lo hacía, como quise que lo hiciera, no tanto como yo a
ella.
Muchas palabras tengo por escribir, escribiré de por vida,
espero pronto cambiar de tema.





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